Tojeira y los Jesuitas – La Prensa Gráfica

Escribo sobre los jesuitas en El Salvador para agradecerles lo que han hecho por mi país, que para muchos de ellos también se volvió propio gracias al amor que desarrollaron por esta tierra. Al mismo tiempo, busco recordar y reflexionar sobre algunas de sus obras que tuve la oportunidad de compartir con ellos.
Les agradezco haberme formado en el Externado de San José con valores que luego ellos reforzaron y pusieron en práctica con su propio ejemplo, llegando incluso a entregar la vida por ellos. Para mí, su mayor enseñanza es la solidaridad con los pobres y la convicción de que, si en El Salvador no hacemos de la reducción de la pobreza una prioridad, el país no podrá salir adelante y todos los salvadoreños pagaremos por ello un precio muy alto.
Como parte de esa prioridad por los pobres, trabajé con los jesuitas en los años 70, sobre todo con los padres Ibáñez y Ruiz, en la Fundación para el Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL). Allí desarrollamos un modelo de vivienda accesible a los pobres, pero que no se replicó masivamente porque ellos siguieron sin ser prioridad para el Estado.
Nos tocó luchar para adquirir tierras que los sectores populares merecían, pero se nos impusieron múltiples trabas para comprarlas y desarrollarlas, bajo el argumento de que “construir colonias para los pobres en esas áreas periféricas con potencial urbano bajaba el precio de las tierras aledañas y frenaba su mejor desarrollo”. A ello se sumaba la corrupción rampante de la época: funcionarios del Estado, junto con empresarios que los influían, escalaban los precios de los terrenos urbanizables, excluyendo cada vez más a los pobres.
El modelo habitacional que desarrollamos en FUNDASAL incluía la participación organizada de las comunidades en la construcción de sus viviendas y colonias. El organizar y dar voz a las comunidades fue motivo de represión. Por esa represión generalizada y falta de libertad de expresión, empezó la guerra civil.
Trabajé en los 70, y trabajo ahora en la UCA dando clases. La interacción con los alumnos, el poder dialogar con respeto, el reflexionar sobre la realidad nacional, el formar y empoderar a los jóvenes y ser voz de los sin voz es la gran contribución, a través de la UCA, de los jesuitas al país.
Los jesuitas me acercaron a Monseñor Romero, con quien trabajé y a quien ellos asesoraron. Nuestro primer santo, hombre humilde y de mente abierta, que ellos potenciaron. Las enseñanzas de San Romero y su palabra representan para muchos el camino a seguir para este país. Ese pensamiento y la visión de un mejor país que él nos dejó fueron, sin duda, influidos por los jesuitas que trabajaron con él.
En los años ochenta trabajé desde el exilio por alcanzar la paz en El Salvador, inspirado en el pensamiento de los jesuitas: sus ideas de justicia, respeto a los derechos humanos y apuesta por la paz mediante el diálogo. Todos conocemos el final: pagaron con sus vidas la coherencia de esas convicciones. Recuerdo que Segundo Montes comió en mi casa el último fin de semana antes de regresar a El Salvador y enfrentar su muerte. Sin embargo, su sacrificio se convirtió en una piedra angular para alcanzar los Acuerdos de Paz.
El padre Tojeira fue uno de esos jesuitas que acompañó y encabezó diversas luchas. Su vida refleja el compromiso constante de la Compañía de Jesús por un El Salvador más justo y humano, así como su aporte a la construcción de utopías orientadas a un país mejor.

Fuentes

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