Que el mundo no se olvide de Ucrania: Crónica de un costarricense en el país bajo asedio permanente

Que el mundo no se olvide de Ucrania: Crónica de un costarricense en el país bajo asedio permanente

Mi primera noche en Ucrania fui a la ópera. Me invitó un amigo de la universidad que trabaja en Lviv, la ciudad más grande del oeste de Ucrania. Su Teatro de la Ópera fue inaugurado en 1900, cuando la ciudad estaba bajo el dominio del Imperio Austrohúngaro, y desde entonces ha seguido operando incluso a través de la ocupación nazi, la soviética y, hoy en día, bajo la invasión rusa.

Después de tomar fotos alrededor del Teatro, encontramos nuestros asientos, se apagaron las luces y sonó un anuncio: “En caso de alerta de ataque aéreo, por favor proceder al refugio en el sótano. Si la alarma dura menos de una hora, seguiremos con la función.”

El público se puso de pie para cantar el himno nacional de Ucrania. Volví a ver a las personas alrededor mío cantándolo con un orgullo palpable, y se me salieron un par de lágrimas pensando en el sufrimiento por el que han pasado en estos últimos años.

Más tarde me enteré que, luego de ser prohibida por el régimen soviético durante siete décadas –como parte de sus intentos de suprimir la identidad ucraniana– la canción patriótica «Shche ne vmerla Ukrainy i slava, i volia» (“La libertad y la gloria de Ucrania todavía no han muerto”) fue cantada por primera vez como himno oficial del país en este mismo teatro en abril 1990, poco antes de que Ucrania se independizó de la Unión Soviética.

Al finalizar el himno, alguien gritó “Slava Ukraini!” (¡Gloria para Ucrania!) y el público le respondió “Heroiam slava” (¡A los héroes, gloria!). Tomé mi asiento temblando de escalofríos, respiré hondo y… ¡plas!… estalló el bombazo de la percusión de la obertura de la ópera Carmen de Georges Bizet. Inició la función.

Crónica Ucrania (Mauricio Artiñano/Mauricio Artiñano)

Más tarde, caminando por Lviv un sábado en la noche, no parecía una ciudad de un país en guerra. Había grupos de amigos cenando en cafés, niñas jugando en las fuentes frente al Teatro, unos adolescentes tomándose fotos con una persona disfrazada de jirafa.

Las señales de la guerra eran sutiles: los vitrales de las iglesias cubiertos con tablas de madera, las ventanas del ayuntamiento protegidas por sacos de arena, los monumentos cercados con andamios de material protector. También señales no tan sutiles, como las tiendas vendiendo papel higiénico con la cara del presidente de Rusia, Vladímir Putin.

Afuera de un bar, mi amigo me señaló unos policías hablando con unos muchachos. “Revisan papeles y, si no tienen alguna exención, los reclutan ahí mismo para el ejército. Hay casos de hombres a quienes los han agarrado así de la calle y los han enviado directo al frente de guerra.”

El frente de guerra está a cientos de kilómetros de Lviv, en el sur y este del país. En 2014 inició un conflicto entre grupos separatistas prorusos –apoyados por Rusia– y el ejército de Ucrania, luego de que Rusia anexó ilegalmente la península de Crimea y los grupos separatistas declararon dos repúblicas independientes en la región del Donbás. Tras años de enfrentamientos, en febrero 2022 Rusia invadió Ucrania bajo el nombre de una “operación militar especial”. Según Rusia, sus objetivos son proteger a las comunidades rusas en el este de Ucrania, obligar al país a abandonar cualquier intención de unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y “desnazificar” supuestos elementos neonazis en el gobierno y ejército. Cabe mencionar que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, es de ascendencia judía, y que varias organizaciones de memoria histórica sobre el Holocausto han refutan estas aseveraciones de Rusia.

Crónica Ucrania
Crónica Ucrania (Mauricio Artiñano/Mauricio Artiñano)

Para Ucrania, el objetivo de la guerra es uno: su supervivencia como estado nación dentro de las fronteras reconocidas por la comunidad internacional en múltiples tratados, firmados incluso por Rusia.

El día siguiente, tomé un bus hacia Kyiv, la capital de Ucrania, donde me encontré con mi amiga Anna. Hace doce años coincidimos en Sudán del Sur, cuando yo trabajaba con Naciones Unidas y ella en una organización humanitaria.

Anna es oriunda de Mariúpol, una ciudad que permanece bajo ocupación rusa desde junio 2022, luego de uno de los asedios más cruentos de la guerra. Se calcula que más de 25.000 civiles en Mariúpol murieron y que más del 90% de sus edificios fueron destruidos.

Luego de haber trabajado en Sudán del Sur, Afganistán, Líbano y Gaza, ahora Anna coordina proyectos humanitarios con una organización internacional desde fuera del país. “Después de trabajar en tantos contextos humanitarios, fue terrible ver que mi propio país se volvió uno más,” me dijo. Su hermana y sobrino se encontraban en Mariúpol cuando inició la invasión y su familia pasó más de un mes sin saber nada de ellos, hasta que lograron escapar. En los primeros días de la invasión, quise escribirle a Anna con un mensaje de apoyo. Recuerdo cuánto tiempo le invertí a buscar las palabras adecuadas. “Lo siento mucho que tu país ha sido invadido” sonaba tan extraño, tan inútil.

Crónica Ucrania
Crónica Ucrania (Mau/Mauricio Artiñano)

Ahora que estaba con ella en persona, me sentí igual de desconcertado sobre qué decirle. Me volví de pronto hacia ella, la tomé ambas manos y comencé a balbucear, “Solo quiero decirte lo mucho que lamento lo que está pasando en tu país y lo que has vivido y…” –arrugué los hombros con desesperación de no saber qué decir– “y solo quiero expresarte toda mi solidaridad hacia vos y tu país. Sé que no sirve de mucho, pero lo digo con toda mi alma.” Solté la respiración, “Solo quería decirte eso.” Anna me sonrió, “Gracias Mau, eso significa muchísimo,” y me dio un abrazo.

Lo mismo me seguiría sucediendo con casi cualquier persona ucraniana con la que conversaba. Un instinto incontenible de expresarles mi apoyo, y una resequedad en la garganta de saber que mis palabras de solidaridad eran agradecidas, pero que ofrecían poco consuelo a personas que llevan tres años de ver sus hogares bombardeados, sus parientes enviados a pelear en la guerra, su país mutilado.

Pasé los siguientes días recorriendo la ciudad, que lucía preciosa en plena primavera. Los castaños que bordean sus bulevares estaban en floración, y los domos dorados de sus iglesias ortodoxas encandilaban con el sol. A pesar de la guerra, la vida en Kyiv continúa. Esa semana fui al gimnasio, a un bar hipster, remé en kayak por el río Dnipro y comí en restaurantes de comida china, cubana, tártara, japonesa, italiana y McDonald’s. En las ciclovías, personas de todas las edades se trasladan en patinetas y bicicletas compartidas. La gente hace compras en tiendas como Mango y H+M, y también en tiendas ucranianas que últimamente se han puesto de moda. Me contaron que “Hecho en Ucrania” era casi un chiste de mala calidad, pero hoy es símbolo de orgullo patriótico.

Crónica Ucrania
Crónica Ucrania (Mauricio Artiñano/Mauricio Artiñano)

Aunque la vida continúa, no se puede decir que sea “normal.” A las 10 p. m., los bares y restaurantes comienzan a cerrar por el toque de queda. En muchos de estos, el personal lleva camisetas con eslóganes patrióticos. Al pagar la cuenta, el datáfono ofrece la opción de hacer una donación a las Fuerzas Armadas.

Nunca he visto una ciudad con tantas banderas. Tampoco una ciudad con tantos hombres caminando sin un brazo o con piernas prostéticas. No se puede caminar más de diez minutos sin toparse con rótulos, pantallas o monumentos improvisados dedicados a las víctimas de la guerra. Vi peatones de camino al trabajo y estudiantes camino a la escuela que bajaban el paso frente a estos monumentos, tomándose unos momentos para contemplar los cientos de retratos, tal vez alguno de una persona conocida.

Casi todo el mundo en Ucrania conoce a alguien que ha muerto, ha combatido o está combatiendo en la guerra.

El día más triste fue el que comencé viendo dos exposiciones fotográficas desgarradoras frente a la Iglesia de San Miguel, donde además se exhiben siete tanques rusos capturados, corroyéndose y tostándose bajo el sol detrás de una escultura con la palabra “Libertad.” Primero, una exposición que contrastaba imágenes de la Segunda Guerra Mundial con imágenes de la guerra actual. Las similitudes entre las fotos dejando claro que seguimos, como humanidad, infligiéndonos las mismas barbaridades que juramos en 1945 –y que seguimos jurando– que “nunca más”.

Luego pasé a ver una exposición con testimonios de víctimas de la guerra, entre estas la historia de un niño llamado Dmytro. Su padre se unió al ejército y fue capturado en 2023. No se conoce su paradero. Dmytro estaba con su madre refugiado en el sótano durante un ataque. Ella salió a buscar comida, le dijo que lo quería mucho y que regresaría pronto. Nunca regresó.

Las fotos de Dmytro con su abuela, mostrando las cartas que le sigue escribiendo a su padre, esperando que esté vivo, me hicieron pedazos. Pasé las siguientes horas deambulando por la ciudad con la cara acartonada por lágrimas y mocos.

Esa tarde fui a cenar con Raúl Vargas, un amigo costarricense que trabaja con el Comité Internacional de la Cruz Roja en Ucrania. Venía llegando de una visita a Járkov, la segunda ciudad más grande del país, que, contra todo pronóstico, permanece bajo control ucraniano a pesar de estar a apenas 30 kms de la frontera. En las últimas dos semanas, Rusia ha reanudado ataques aéreos contra la ciudad, incluyendo el bombardeo más fuerte desde el inicio del conflicto, la noche del 6 de junio.

Crónica Ucrania
Crónica Ucrania (Mauricio Artiñano/Mauricio Artiñano)

Luego de regalarle un café de San Gerardo de Dota y disculparme por dejar una bolsa con Chikys y Guayabitas en un avión, le pregunté sobre Járkov. “Diay mae, lo que te podés imaginar.” Pasamos a hablar sobre chismes de amistades en común en Costa Rica. Lo último que quería hablar Raúl es sobre la guerra.

Más tarde, caminando por la ciudad, me señaló algunos afiches de reclutamiento para el ejército. Uno decía “Mami, ve qué orgullo, me uní al ejército.” Hablamos sobre el callo emocional que debe desarrollar uno para trabajar en zonas de conflicto. También sobre la diferencia entre caminar por la noche en San José y en Kyiv, y sobre la ironía de que uno a veces se siente más seguro en un país en conflicto que en muchas ciudades del mundo.

La noche siguiente, dos amigos cercanos –quienes trabajaron conmigo en Somalia cuando estuve allá con las Naciones Unidas, y ahora trabajan en Ucrania– me llevaron a un bar de música latina. Mientras pedían shots de tequila y la gente cantaba “Despacito” con acento ucraniano, identifiqué un grupo de colombianos. Me acerqué a uno de ellos y me contó que era de Bogotá, que había sido parte del ejército colombiano y que lleva casi dos años combatiendo con el ejército ucraniano.

Hundred of people take part in a ceremony at memorial set to pay homage to the civilians buried in the mass grave at Church of St. Andrew and Pyervozvannoho All Saints in the Ukrainian town of Bucha, northwest of Kyiv on March 30, 2025, marking the third anniversary of the liberation of Bucha from the Russian occupiers on March 31, 2022. More 500 civilian people were killed during Russian occupation of the city. (Photo by Sergei SUPINSKY / AFP)
Hundred of people take part in a ceremony at memorial set to pay homage to the civilians buried in the mass grave at Church of St. Andrew and Pyervozvannoho All Saints in the Ukrainian town of Bucha, northwest of Kyiv on March 30, 2025, marking the third anniversary of the liberation of Bucha from the Russian occupiers on March 31, 2022. More 500 civilian people were killed during Russian occupation of the city. (Photo by Sergei SUPINSKY / AFP) (SERGEI SUPINSKY/AFP)

Muchos latinoamericanos, principalmente exmilitares y expolicías, se han ido a Ucrania a pelear –de ambos lados del conflicto– reclutados principalmente por redes sociales. Colombia es el país latinoamericano del que se registran más combatientes extranjeros; según cifras del gobierno colombiano, entre 186 y 300 colombianos han sido dados de baja en la guerra en Ucrania.

“¿Y por qué te viniste? ¿Por la plata o por la causa?” le pregunté. Me respondió sin tapujos: “Vine por la plata, pero me he quedado por la causa. Me enamoré de este país.”

Me contó que estaba en Kyiv para el funeral de un compatriota y me presentó a sus amigos, uno de Medellín y otro de Cali. Apenas tres días después de haberme despedido, el bogotano me contó por WhatsApp que el caleño recibió tres disparos en combate. En este momento, se encuentra en recuperación en cuidados intensivos en Kyiv.

Cuando salimos del bar, escuchamos las sirenas de alerta. Mis amigos me dijeron que acababan de recibir advertencias sobre un ataque inminente contra la ciudad y debíamos irnos.

Crónica Ucrania
Crónica Ucrania (Mauricio Artiñano/Mauricio Artiñano)

Al llegar al apartamento con mis amigos y dos amigas ucranianas, nos asomamos por los ventanales y se veían explosiones entre las nubes. Saqué mi teléfono para grabar, mientras mi amigo me señalaba hacia dónde se veían más explosiones. Parecíamos dos chiquitos, ignorando por completo los protocolos de seguridad que recomiendan alejarse de ventanas en situaciones así. Volví a ver a nuestras amigas ucranianas y no estaban allí. Fui a buscarlas y las encontré en el piso de la cocina, pegadas a sus teléfonos. Una de ellas lloraba.

Caí en cuenta de que, para mí, lo que estaba ocurriendo era una aventura, una anécdota para contar. Yo no tenía personas queridas en esa ciudad bajo ataque, mientras ellas revisaban sus chats para confirmar si sus familias y amistades estaban a salvo. En tres días yo iba a tomar un tren de regreso. “Mau, usted no entiende. Nosotras no podemos escapar,” me dijo una de ellas, sin reproche, pero por supuesto me sentí como un idiota desconsiderado. Me contó que sufre de estrés postraumático porque tuvo que abandonar su apartamento luego de que un misil impactó el edificio de al lado. Intenté sacar de nuevo algunas palabras de solidaridad. Esta vez se sintieron más inútiles que nunca.

EDITORS NOTE: Graphic content / TOPSHOT – Body bags are lined up for identification by forensic personnel and police officers in the cemetery in Bucha, north of Kyiv, on April 6, 2022, after hundreds of civilians were found dead in areas from which Russian troops have withdrawn around Ukraine’s capital, including the town of Bucha. – Located 30 kilometres (19 miles) northwest of Kyiv’s city centre, the town of Bucha was occupied by Russian forces on February 27 in the opening days of the war and remained under their control for a month. After the bombardments stopped, Ukrainian forces were able to retake the town. Large numbers of bodies of men in civilian clothing have since been found in the streets. (Photo by RONALDO SCHEMIDT / AFP) (RONALDO SCHEMIDT/AFP)

Pasamos toda la noche escuchando artillería y explosiones, de vez en cuando una tan fuerte que sacudía las ventanas. Al amanecer, vimos en las noticias: había sido uno de los ataques más pesados contra Kyiv desde el inicio de la guerra. La noche siguiente continuaron los ataques, y vimos un dron estallar encima del edificio de al lado.

Los ataques de drones y misiles balísticos contra las ciudades ucranianas se han recrudecido este último mes, especialmente luego de la operación militar ucraniana del 1 de junio en la cual atacaron cinco bases militares rusas con drones. Mientras Ucrania se ha enfocado en blancos militares, y puentes y líneas ferroviarias estratégicas, los bombardeos rusos han sido contra blancos civiles, incluyendo hospitales y zonas residenciales.

Unas horas después de que finalizaron las sirenas, tomé un taxi a Bucha, unos 25 kms al norte de Kyiv. Cuando la ciudad fue liberada en abril 2022, luego de 33 días de ocupación rusa, las primeras tropas ucranianas en llegar encontraron un pueblo fantasma: carros quemados y amontonados, casas en escombros, y cadáveres en las aceras, muchos con señales de tortura o con sus manos atadas en la espalda; o sea, ejecutados. En los días siguientes, se halló una fosa común en el jardín de la Iglesia Ortodoxa de San Andrés el Primer Llamado. Frente a la Iglesia me encontré con Diana Pridma, la directora de un centro de formación y liderazgo para jóvenes similar a los scouts.

EDITORS NOTE: Graphic content / TOPSHOT – Bodies lie on a street in Bucha, northwest of Kyiv, on April 2, 2022, as Ukraine says Russian forces are making a «rapid retreat» from northern areas around Kyiv and the city of Chernigiv. – The bodies of at least 20 men in civilian clothes were found lying in a single street Saturday after Ukrainian forces retook the town of Bucha near Kyiv from Russian troops, AFP journalists said. Russian forces withdrew from several towns near Kyiv in recent days after Moscow’s bid to encircle the capital failed, with Ukraine declaring that Bucha had been «liberated». (Photo by RONALDO SCHEMIDT / AFP) (RONALDO SCHEMIDT/AFP)

Luego de saludarnos, Diana y su amiga me mostraron una pantalla con fotografías del proceso de exhumación de los cadáveres: bolsas mortuorias negras, una grúa frente a la Iglesia con un brazo semi-descompuesto guindando, el jardín excavado. Vi salir a unas personas de la iglesia. Le pregunté a Diana quienes eran y me respondió que estaba en misa. Me costó creer que la Iglesia siguiera en uso después de lo que sucedió allí.

Mientras caminábamos alrededor de la iglesia, veía el zacate verde, recordaba las fotos de las excavaciones y no dejaba de pensar, “No ponga un pie en el zacate. ¡Y cuidado se le sale una lágrima!”. Si ellas no estaban llorando, yo no tenía el derecho de hacerlo.

Llegamos a un muro con placas con los nombres de las víctimas. A un costado, una pantalla mostraba sus rostros: adolescentes, niños, ancianos, hombres, mujeres, una madre con su hijo. En el jardín de la Iglesia se encontraron 116 cadáveres. En la ciudad, 458. La versión oficial de Rusia es que todo fue un montaje.

Crónica Ucrania
Crónica Ucrania (Mauricio Artiñano/Mauricio Artiñano)

Esa noche, mi última en Ucrania, fui al ballet. Mi amiga Anna me acompañó a ver una producción de La dama de las camelias en el Teatro Nacional de Ópera y Ballet. Así como la ópera en Lviv, las compañías de ballet y ópera de Kyiv han seguido en escena durante la guerra. Varios miembros de las compañías del Ballet y de la Ópera han combatido en la guerra y algunos han fallecido en combate.

En marzo de 2022, circuló en redes sociales una foto de la bailarina Lesya Vorotnyk en uniforme militar con una ametralladora AK-47, símbolo de cómo las personas civiles –incluyendo mujeres–tomaron las armas para defender su país. Su esposo, padre de su hijo, murió en 2019 en el conflicto en Donbás.

Media hora después del inicio de la función, el telón comenzó a bajar. Escuchamos un anuncio, se encendieron las luces, y Anna me tradujo, “Alerta de ataque aéreo.” El público empezó a ponerse de pie: tranquilos, ordenados, acostumbrados. Bajamos al sótano, donde todo el mundo revisaba sus teléfonos. Anna se fijó en el suyo y me dijo, “Parece que son misiles, no drones, entonces tal vez termine pronto.” Después de 25 minutos en el sótano, nos indicaron que podíamos subir. La función continuó. La función debe continuar.

Unas horas después, antes de tomar el tren de regreso a Polonia –de regreso a la Unión Europea, a la OTAN, a la seguridad– Anna me tomó las manos y me dijo, “Por favor, contá lo que viste, contá lo que estamos viviendo. Que el mundo no se olvide de Ucrania.”

Con estas palabras, cumplo mi promesa. Espero con todo mi corazón que el mundo no se olvide, y mucho menos abandone, a este pueblo sufrido y valiente que sigue luchando por su país, y cuya resiliencia y fortaleza me dejaron profundamente inspirado.

«Shche ne vmerla Ukrainy i slava, i volia“. La libertad y la gloria de Ucrania todavía no han muerto.

Bucha resident Tetiana Ustymenko weeps over the grave of her son, buried in the garden of her house, in Bucha, northwest of Kyiv, on April 6, 2022, during Russia’s invasion launched on Ukraine. – Located 30 kilometres (19 miles) northwest of Kyiv’s city centre, the town of Bucha was occupied by Russian forces on February 27 in the opening days of the war and remained under their control for a month. After the bombardments stopped, Ukrainian forces were able to retake the town on March 31. Large numbers of bodies of men in civilian clothing have since been found in the streets. (Photo by RONALDO SCHEMIDT / AFP) (RONALDO SCHEMIDT/AFP)

Fuentes

Compartir en :