Como mujer, he de confesar que muchas veces he odiado mi cuerpo. Me he sentido insuficiente y me he comparado con los estándares de belleza que la sociedad nos impone. He permitido que comentarios como “qué gorda te veo” o “qué flaca te ves” nublen mi autoestima, alimentando una tormenta de complejos en mi interior.
Hoy, una imagen que vi me conmovió profundamente, al punto de las lágrimas. Era una figura de barro con forma de mujer entre las manos de un alfarero: Dios. Me hizo pensar en lo ingratas que a veces somos con el Creador. Anhelamos parecer otras, encajar en moldes que no nos corresponden, cuando en realidad eso es imposible: nuestro Padre, Dios, nos hizo únicas e irrepetibles.
Tal como en la imagen, Él es nuestro alfarero. Nos dio un corazón que siente, un alma que sueña, piernas que caminan, brazos que abrazan y ayudan. Nos dio un cuerpo que, aunque no perfecto según los cánones del mundo, nos permite vivir, movernos, servir y amar. ¿No es eso motivo suficiente para agradecer?
Sé que no es fácil aceptarse. Hacer las paces con nuestro cuerpo –e incluso con nuestro pasado– puede ser un proceso doloroso. La sociedad suele juzgarnos con dureza cuando no cumplimos con sus expectativas. Pero hay una verdad poderosa que nunca debemos olvidar: Jesús, siendo perfecto, fue juzgado y crucificado. ¿Qué podemos esperar nosotras?
Mi invitación es simple pero profunda: valórate. Ámate más. Honra ese diseño único, perfectamente imperfecto, que Dios creó con tanto amor. Él te dio identidad, propósito y un cuerpo que moldeó con ternura durante nueve meses en el vientre de tu madre.
Así como eres, eres bella. Eres una hija amada de Dios. Abrázate y sé compasiva contigo misma. Cuídalo, sí; aliméntalo bien, muévete, haz lo que te haga sentir mejor contigo misma. Pero no caigas en la trampa de querer cambiarlo todo para complacer un ideal vacío.
Y cada vez que alguien quiera herirte con un comentario sobre tu cuerpo o tu apariencia, recuerda en tu mente y en tu corazón que quien te creó lo hizo con perfección. Si no llenas las expectativas del mundo terrenal, ¿qué importa? Lo esencial es vivir según el propósito eterno que Dios diseñó para ti.
Mujer, ámate con la misma intensidad con la que Dios te ama. Recuerda: tu perfección está en tu individualidad, en esa chispa irrepetible que solo tú llevas.
mirandaaguilar26@hotmail.com
Miranda Aguilar Meza es creadora de contenido para redes sociales.