Ojeriza con los pensantes – La Prensa Gráfica

Ojeriza con los pensantes - La Prensa Gráfica

Dicen algunos estudiosos que no hay respuesta única si una persona nace o se hace política. Se puede nacer con ciertas predisposiciones naturales, como la oratoria, la persuasión o la empatía. Naturalmente, la experiencia y el aprendizaje son fundamentales. Connotadas mentes señalan que no necesariamente la política se limita a cargos públicos; afirman que todos somos seres políticos en la medida en que participamos socialmente, verbigracia, cuando formamos parte de una directiva de nuestra colonia o barrio y tomamos decisiones que ayudan a la comunidad.
Muchos ingresamos a los partidos políticos en nuestro adorado terruño sin tener una pizca de conocimiento cultural. En ocasiones, las mismas limitaciones económicas personales nos hacen incursionar en la vida política. Hay otros que son abonados financieramente, pero los seduce el ego, desean tener poder, es decir, mandar y que la gente les pida favores y tener relaciones internacionales que muchas veces la plata no las da.
Ahora bien, abordemos al político salvadoreño. No todos, pero algunos nacemos en cunas humildes y, por los azares de la vida, llegamos a tener poder y traemos a la memoria todos esos infortunios adversos de nuestra existencia y queremos desquitarnos de la vida.
Necesitamos al político intelectual. En ocasiones, nos confundimos con la persona que tiene un título académico. Ser intelectual es dedicarse al conocimiento, esa profunda curiosidad, ese deseo constante de aprender. Son los que buscan la reflexión crítica, el análisis, la filosofía, esos que comparten sus conocimientos en el debate público, los que contribuyen al desarrollo social.
Pero aquí viene lo irónico: que al intelectual no le gusta incursionar en la política.
Por el momento, no hay un tribuno que sea un verdadero orador, que tenga un verbo encendido, que aprendamos algo de su vocabulario y de su personalidad. Solo hemos presenciado trifulcas. No hemos tenido la dicha de apreciar un presidente que sea un referente para el mundo después de dejar su cargo. Ha habido presidentes que han dado órdenes, pero también han recibido órdenes.
Quien aspire verdaderamente a crear una realidad social, económica y política tiene que prepararse vocacionalmente. Solo hemos tenido personas que vieron una oportunidad y aplicaron. Sin apasionarnos, no hemos tenido estadistas.
Por el momento, no hay político que rebase al mero mero. Hay que replicarlo en todo lo bueno. Sus yerros han sido palmarios. Y los está enmendando. Hay gente que lo pontifica tanto, que cree que con tocarlo tiene poder de sanación.
Ahora bien, si los partidos opositores quieren continuar, no vayan a poner gente reventada políticamente. Tienen que postular a gente joven, que se sometan a un examen psiquiátrico como referente de cordura política.
Muchos andamos más “sobados” que una tuerca oxidada, y lo peor es que no lo aceptamos. En nuestras cuentas mentales creemos que somos cuerdos y sensatos. La situación de mucha gente joven es que quiere correr.
Nota: El mero mero, en lo personal, me cae bien. El problema es que mucho acelera sus impulsos, rebasa sus iniciativas y después se retracta, como lo estamos viviendo actualmente. Hay que estarle regulando el volumen, afectuosamente.
También hay que felicitarlo: ya aprendió a escuchar los ruidos. Pero últimamente se ha desbordado. Me cuenta una señora en el mercado que le ha agarrado ojeriza con los pensantes y encono con los críticos. El problema es que se le está viralizando a nivel mundial esa actitud, y le puede repercutir en un momento dado. Eso le resta popularidad.
Esperamos enmiende esos impulsos.

Fuentes

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