Muy apropiadas palabras para el Día del Maestro – que hoy se conmemora en El Salvador – fueron las pronunciadas por el Papa León XIV a los Hermanos de las Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de La Salle, en la conmemoración del tercer centenario de su fundación (15-5-2025).
Ponderando los desafíos que enfrentan los jóvenes de hoy que, “como los de todas las épocas, son un volcán de vida, de energía, de sentimientos, de ideas”, necesitan “ayuda para hacer crecer en armonía tanta riqueza y superar aquello que, incluso de modo distinto a como en el pasado, todavía puede impedir su sano desarrollo”, sufren al ser “marcados por la superficialidad, el individualismo y la inestabilidad emocional; a la difusión de patrones de pensamiento debilitados por el relativismo; a la prevalencia de ritmos y estilos de vida en los que no hay suficiente espacio para la escucha, la reflexión y el diálogo, en la escuela, en la familia, a veces entre los mismos compañeros, con la soledad que de ello deriva”.
Bella misión – ante esta cultura moderna individualista y cibernética, en el relativismo imperante – la de los educadores que ayudan a crecer, fortificar y desenvolver las facultades físicas, intelectuales, morales y religiosas que están en la naturaleza de los niños.
El educador es un jardinero inteligente: coloca la planta en tierra buena, riega, abona, arranca las hierbas dañinas, poda, vigila su crecimiento rumbo al florecer y dar frutos. Educar es “un casi crear, sacar de la nada, despertar, del sueño o del letargo, las facultades adormecidas; es dar vida, movimiento y acción a una existencia aún imperfecta”, en palabras de Mons. Félix Dupanloup, pedagogo francés del Siglo XIX.
La educación debe alcanzar al hombre todo, su cuerpo y su alma: “mens sana in corpore sano”, decía el poeta romano, Décimo Junio Juvenal.
Muchos piensan, como Víctor Hugo, que: “abrir una escuela es cerrar una prisión”. Se engañan, la instrucción de por sí no forma hombres completos, sin moral no hace más que facilitar la práctica del mal.
No es el único desafío – si bien que primordial – a los educadores de nuestros días. Hay otros, más específicos, que tienen delante de ellos. “Los niños leen… y no entienden lo que leen”, “Escribir a mano: ¿un ‘arte’ en extinción?”, “La generación digital”, “En la civilización de la imagen… desparece la lectura”, “¿Papel o pantalla? ¿Lápiz o teclado?”, “¿Estamos menos inteligentes?”, “La inteligencia artificial: ¿una torre de Babel más atrevida?”, “De la escritura a mano a la robotización”, y en otros artículos de opinión de este diario, reflexionábamos del singular momento que afrontan los educadores. No son pocos los que levantan un grito de alerta: la educación perdió el rumbo.
Los padres se quejan de las dificultades en la escuela: que sus hijos no saben escribir, que no saben leer, que no comprenden lo que leen. Claro que no toman en consideración, que el uso excesivo del computador o del celular en sus hijos, les va limitando sus conocimientos. Los educadores de hoy sienten el poco apoyo de los padres de familia. Esa alianza de padres con maestros para educar niños, y jóvenes, está rota. La escuela era el tradicional “segundo hogar” en que los padres ponían en manos de los maestros a sus hijos. Les agradaba que les exijan, que los disciplinen, que los ayuden en su desarrollo intelectual. Lamentablemente hoy se hicieron “aliados” de sus hijos, consideran un “derecho humano” del niño que no les exijan tanto, que no los opriman, que no los corrijan…
Los maestros tienen que ser como imágenes de Dios para los alumnos, no solo tienen obligación de instruir, tienen que ser modelos, testigos, puntos de referencia para ellos. De manera que, apenas entrar en el aula, su presencia, sin decir palabra, ya es un ejemplo, pues, “el ejemplo es la mejor enseñanza que existe”.
En otro plano, bien diferente, al profundizar las dificultades, encontramos investigaciones de la neurociencia, indicando que escribir utilizando sólo una pantalla táctil o el teclado, puede afectar a los niños que están aprendiendo a leer. El profesor Stanislas Dehaene, prestigioso neurocientífico francés, director de la Unidad de Neuroimagen Cognitiva de la organización INSERM-CEA, dice: «Es un hecho bien conocido ahora que aprender a escribir con la mano, al mismo tiempo que aprender a leer, facilita la lectura mediante el desarrollo de la motricidad fina». Es decir, escribir en letra cursiva, a mano, perfecciona el aprendizaje, mejora las habilidades lectoras; es un proceso más lento, pero que permite más razonamiento y ayuda en el proceso cognitivo.
Victoria Zorraquín, profesora, investigadora y escritora argentina, especializada en educación, impulsora de una alfabetización concreta y sistemática para que todos aprendan a leer en primer grado, lanzó su libro: “No aprendimos nada”. Comenta que “A mí me gusta mucho la frase de que hay que aprender a leer para luego leer para aprender, toda la vida”. La autora considera que: “Nuestro cerebro no viene cableado para leer, sí para hablar, pero no para leer y es por eso los humanos necesitamos que se nos enseñe”. En concreto, ningún niño puede aprender solo.
Nos asusta el alto porcentaje de analfabetos en los primeros cursos de la escuela, llegándose, no pocas veces, a nivel universitario sin comprender lo que leen. La Licenciada Evelyn Farfán, vicerrectora académica de la Universidad de El Salvador, asustó, a no pocos, con la información de que, en los aspirantes que se presentaron para ingresar a los cursos universitarios de este 2025, encontraron deficiencias, “desde la lectoescritura, hasta los temas de ortografía, de redacción y de lectura comprensiva”. Afirmando que no han aprendido “ni siquiera a leer y escribir adecuadamente”, con el resultado evidente de la falta de comprensión, “pues la lectura comprensiva ya es un paso más allá”.
El aluvión tecnológico los hace más superficiales. TikTok, Facebook, Instagram, ChatGPT, etc., no los harán más inteligentes, al contrario, serán menos capaces de pensamiento, concentración y aún… peor. Un estudio de la Royal Society of Public Health de Reino Unido, con 1,500 jóvenes de 11 a 25 años, concluyó, según afirmación de Shirley Cramer, que lideró el proyecto, que las redes sociales ahora están “intrínsecamente vinculadas a la salud mental”. Por eso los consultorios psicológicos, de psiquiatras infantiles, fonoaudiológicos, están desbordados de alumnos con problemas en la escuela.
En el llamado que tienen los educadores – verdadera misión – hay urgentes desafíos, que el Santo Padre León XIV calificaba de “retos exigentes”. Así aconsejaba, a los Hermanos de La Salle, “hacer trampolines para explorar caminos, elaborar instrumentos y adoptar lenguajes nuevos, con los que seguir tocando el corazón de los alumnos, animándolos y estimulándolos a afrontar con valentía todos los obstáculos para dar lo mejor de sí mismos en la vida, según los designios de Dios”, contribuyendo a que los jóvenes frecuenten “caminos alegres y fecundos de santidad”.