Para la pelota cubana, las redes sociales son la malla de los estadios, la bola se enreda allí. Pero en las digitales el juego es el patito feo del cuento de Hans Christian Andersen.
Todo el mundo le va arriba y, lejos de molestar, debería agradecerse; claro, limpiando las hojarascas que pululan en esos espacios y que persiguen denigrar y atacar la pelota de aquí, en nuestros modestos estadios con un colosal esfuerzo, pues es el perfil editorial de no pocos de esos sitios.
En Cuba nadie esconde sus insatisfacciones con los resultados competitivos en los últimos años; tampoco se ocultan los problemas de calidad de nuestras temporadas –Serie Nacional (SN) + Liga Élite–, ni los relacionados con su organización y disciplina.
Se ventila la remuneración de los peloteros, que con 3 500 pesos es insuficiente, así como la de árbitros y anotadores; se abordan también las decisiones de mentores y directivos. Espacios de la televisión, la radio, la prensa y las redes sociales de varios colegas de esos medios han tratado esos temas.
Por ejemplo, los anuncios sobre la agenda internacional fue blanco de las redes, caricaturizando lo expresado por el presidente de la Federación Nacional, Juan Reinaldo Pérez Pardo. La no asistencia a la Copa del Caribe fue vilipendiada con el argumento de que se declinaba por falta de dinero.
Pavel Otero, periodista de la tv, desmintió la falacia con lo dicho por el federativo, de que no se trata de un problema financiero, sino porque ya estaba cumplido el objetivo de la clasificación a los Juegos Centroamericanos y del Caribe, al ser otorgado el boleto a Cuba y a otros cuatro países, por su ubicación en el ranking mundial.
¿Qué pasó? Se desató una furia irrespetuosa contra el colega Otero, calificándolo de vocero de la Federación. Pero los espacios que lo atacaron no han dicho una palabra de las ausencias de Estados Unidos o Canadá a los torneos Sub-23 de la WBSC Americas, ni tampoco en la malograda Copa continental que debió jugarse en Panamá. Lo toman como argumento para manejar el resultado, positivo o negativo, del beisbol cubano en esas lides.
Insisto, la pelota tiene muchísimas cosas que arreglar de carácter subjetivo y está apremiada por el tiempo. Entre ellas, hay un punto clave: proyectarse como una organización profesional que, como dijo otro colega, Renier González, implica actuar con rigor y coherencia, para recoger los triunfos que se esperan. Eso no tiene nada que ver con el profesionalismo reinante en el mundo, en el cual Cuba, aunque insertada, ha de profundizar en el conocimiento sobre ese ámbito.
Uno de los reflejos de no actuar así está en la arquitectura de la temporada. Vamos para la segunda Liga Élite consecutiva delante de la SN. ¿Cómo entender que lo que se considera con ese epíteto, al concentrar en seis equipos lo mejor de nuestras campañas, anteceda a un evento de 16 elencos que debe ser su cantera natural?
En consecuencia, en la Serie del Caribe Ciego de Ávila aparecerá como la representación cubana, ocho meses después de haberse titulado, para lo cual habrá que reunir a jugadores de varias provincias que conformaron la plantilla ganadora de la tercera versión elitista.
Creo que el campeón de la Élite, llamada a ser la Liga más fuerte del país, sí debe estar en la Serie del Caribe, pero con su título fresco. De lo contrario, nosotros mismos enredamos la pelota en la malla.
No tenemos que responder a las redes, sino a un encargo social de altísima magnitud; hablamos de identidad nacional. No por gusto, en la pasada sesión de la Asamblea Nacional, al rendir cuenta el organismo deportivo, uno de los acuerdos, el 126 de la décima Legislatura, exigió «perfeccionar la estrategia del beisbol con el objetivo de recuperar metas e indicadores en el ámbito nacional e internacional».










