La propuesta de la Autoridad Aeronáutica Civil para adquirir 13 hectáreas por $6 millones en Almirante, Bocas del Toro, no logró despegar en la Asamblea Nacional. Y con razón. Presentar un crédito extraordinario sin estudios de demanda, sin solicitudes formales de aerolíneas, sin un plan maestro de ejecución ni certeza presupuestaria para obras futuras, revela una preocupante improvisación. Invertir en infraestructura aeroportuaria puede ser clave para el desarrollo turístico, pero hacerlo sin sustento técnico y sin transparencia en los costos —como el elevado precio por hectárea— es una receta conocida para el despilfarro. Ya lo vivimos en Río Hato, donde una pista moderna opera muy por debajo de su capacidad. Panamá no puede seguir aprobando proyectos por aspiraciones. Requiere planificación rigurosa, visión integral y rendición de cuentas. Si de verdad queremos potenciar Bocas del Toro como destino de primer nivel, empecemos por exigir que las inversiones públicas aterricen con seriedad. Sin eso, no hay vuelo que valga.
