Gracias, papá

Gracias, papá

EDITORIAL

Gracias a todos los papás.

¡Gracias, papá! He logrado avanzar y crecer gracias a tus consejos, a tus enseñanzas, a tu ejemplo, a tu esfuerzo, a tu trabajo, a tus madrugones y a tus desveladas, a tu constancia y paciencia para transportarme a diario —en moto, en carro, en bus— a clases. Gracias por tus afanes y por tu cariño para dejarme valores, inspiración y capacidad de resistir y superar las adversidades, así como tú lo hiciste. Este mensaje aplica a muchos guatemaltecos en este Día del Padre.

Estadística y culturalmente, el Día del Padre se celebra menos que el de la Madre, empezando porque existe un alto número de hogares en los cuales ella sola es cabeza de familia, pero también por situaciones de orden emocional, mercadológico y hasta cultural que inciden en el énfasis sentimental de esta fecha. En algunos países se conmemora hoy, debido a que la ocasión varía según cuando caiga el tercer domingo de junio. En Guatemala la fecha es 17 de junio por un decreto legislativo de 1972. Posteriormente, en 2007 y 2017 algunos diputados —con aire más oportunista y demagogo que otra cosa— plantearon su oficialización, incluyendo un asueto.

Pero los papás responsables saben que el trabajo no espera y que el costo de oportunidad de un día de retraso puede ser muy alto. De hecho, la integración de la población económicamente activa denota la participación de muchos papás en diversos campos laborales: 63% son varones, auque no necesariamente sean padres de familia, aún. Y esto no resta un ápice de mérito a las mujeres que son madre y padre a la vez.

Reza un viejo decir que “padre no es solo el que engendra, sino el que cría”. En efecto, en muchos casos de familias a cargo de madres solas, ya sea por abandono, divorcio, viudez y hasta por migración, existe para sus hijos en casa una figura paterna encarnada en un hermano mayor, un tío,  un padrino de bautizo, un abuelo y a veces hasta un bisabuelo que, a pesar de su edad, impacta con más cariño e inspiración en la vida de un niño o una niña en comparación con el indolente que no quiso afrontar su deber. En Guatemala hay tantas historias de esas. Las escuchamos los periodistas al recabar datos para una noticia, al hacer una entrevista y hasta al ver cifras de desintegración familiar.

La historia de la humanidad está plagada de individuos irresponsables pero también y en mayoría de buenos padres que labran su legado en el secreto de la cotidianidad. El drama humano no  reduce ni contrrarresta  ni bloquea el legado de tantos hombres íntegros, llenos de amor, dedicados a proveer el sustento material, intelectual y espiritual a sus hijos. No hay ser humano perfecto, pero en esa sucesión de vivencias y aprendizajes, de obligatoriedades y solaces se puede descubrir que de los aciertos se aprende mucho, pero también a partir de las equivocaciones admitidas, reconocidas y subsanadas, en una dinámica enriquecida por la empatía.

Guatemala se construye con las manos —hombros, pies, intelectos, cansancios y despertares— de tantos padres —muchísimos de ellos ya fallecidos— en todos los campos de la realidad nacional: desde el campesino hasta el alto ejecutivo; el mensajero en moto bajo la lluvia, el camionero, el médico, el programador, el profesor universitario y la lista sigue. El lector la completará con su aporte. Porque  como dijo San Juan de la Cruz: “Al final todos seremos examinados en el amor”. Gracias a todos los papás.

Fuentes

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