Fanny Elssler, la pasión terrenal

Fanny Elssler, la pasión terrenal

Fanny Elssler. Foto: Tomada de Ecured

Desde temprana edad, la vida de Fanny Elssler (1810-1884) estuvo unida a la música y la danza, lo que la llevó, años más tarde, a ser una de las figuras más emblemáticas del ballet. Esta austriaca, hija de un copista y ayuda de cámara del célebre compositor Joseph Haydn, hizo su debut en el teatro Kärnthner-Thor de Viena con apenas siete años de edad.

Junto a su hermana Thérèse, dos años mayor que ella, cautivó al público con su talento y energía, y formaron un dúo inseparable; sin embargo, la trayectoria de Fanny tomó un giro decisivo en 1822, cuando tuvo la oportunidad de presentarse en el Hoftheater de Viena.

Fue en este escenario donde se encontró con Maria Taglioni, una bailarina italo-sueca que pronto se convertiría en su mayor rival. Mientras Taglioni era descrita como una figura etérea, casi celestial, Elssler se posicionaba como la encarnación de la voluptuosidad y la pasión terrenal. Esta dualidad entre ambas artistas generó acaloradas discusiones entre críticos y aficionados al ballet, con lo que se estableció un fascinante duelo artístico que perduraría a lo largo de sus carreras.

El gran salto de Fanny hacia la fama internacional ocurrió en 1836, cuando debutó en la Ópera de París interpretando el papel principal en El diablo rojo, de Jean Coralli. Su actuación fue un verdadero fenómeno, la catapultó a la celebridad y consolidó su estatus como una de las bailarinas más renombradas de su tiempo. Pero su ambición no conocía límites; en 1840, emprendió una gira por Estados Unidos que inicialmente estaba programada para tres meses, pero que se extendió por dos años. Durante este tiempo, Elssler fue recibida con fervor y admiración, e incluso actuó ante el presidente estadounidense.  

Por esa fecha, Fanny también regaló a Cuba, en dos oportunidades, su baile; en una ocasión en el Gran Teatro de Tacón, en La Habana y en el Teatro Principal de Matanzas.

«Con Elssler –expresó el profesor y crítico de danza, Ismael S. Albelo–, se abre el camino del ballet en nuestro país (…); aunque ya se habían estrenado obras importantes como Giselle o La sonámbula, Elssler es una figura fundamental de la historia del ballet mundial. Como no viajaba con una compañía grande sino con solistas y se componían los cuerpos de baile en los países que visitaba, utilizó esclavas negras para el cuerpo de baile de La sílfide cuando bailó en La Habana y en Matanzas. Por eso, quizá, las esclavas fueron las primeras bailarinas cubanas en nuestro país, y eso fue gracias a la Elssler».

Ante la prolongada estancia en América, su contrato con la Ópera de París llegó a su fin; pero esto no detuvo su carrera, continuó deslumbrando al público en diversas ciudades europeas. En 1845, con una considerable fortuna gracias a su éxito, Fanny Elssler decidió retirarse del escenario; pero no terminó con su carrera. En 1848 viajó a San Petersburgo para actuar en Giselle, una obra que se mantuvo en cartel durante dos años debido a su indiscutible éxito. Posteriormente, se estableció cerca de Hamburgo tres años antes de regresar a Viena.

La vida de Fanny Elssler estuvo marcada por el arte, la pasión y la dedicación. Sin embargo, tras una valiente lucha contra el cáncer, falleció el 27 de noviembre de 1884. Su legado perduró no solo en las memorias de quienes la vieron brillar en el escenario, sino que se preserva también en un pequeño museo en Eisenstadt, cerca de Viena, donde las hermanas Elssler comparten un espacio con la historia musical de Haydn.

Fuentes

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