En nuestro país, luego de la larga experiencia vivida, se hace necesario limpiar a diario la mesa para que los restos de lo vivido no sigan ahí – La Prensa Gráfica

En nuestro país, luego de la larga experiencia vivida, se hace necesario limpiar a diario la mesa para que los restos de lo vivido no sigan ahí - La Prensa Gráfica

Una de las cosas que más falta nos han hecho a los salvadoreños en el curso del tiempo es la disciplina constante y bien fundamentada, que hace posibles y factibles el desempeño y el avance concretos. Y hay que darle gracias a Dios por el hecho de que toda nuestra realidad no se hiciera pedazos en alguna coyuntura crítica, que las hemos tenido en diversas formas y momentos; pero eso, que es positivo en sí, sigue a diario bajo la amenaza de un trastorno general si no se redefine el quehacer nacional en la línea de los criterios actualizados tanto en lo que se corresponde a lo estructural como en lo que toca a lo procedimental, pues en ambas vías hay que dar giros que nos pongan al día. La realidad anterior ya es obsoleta y la realidad por venir aún no acaba de reorientarse como es necesario. Nos hallamos por hoy en una especie de avance tambaleante, y a eso hay que ponerle atención especial.
Lo primero por hacer sería reconocer, de manera inteligente y concienzuda, nuestra insospechada ubicación en el mapamundi que está hoy vigente y actuante; y a partir de ahí, reubicarnos en el presente, conforme a los mecanismos de posicionamiento que más se adaptan a los nuevos esquemas de vida. Esto está tan claro en el orden global que no se requiere mucha inventiva para descubrirlo y desvelarlo: lo que en verdad estorba en este recorrido redefinidor es la comodidad de querer seguir con los mismos pasos, cuando el terreno por recorrer presenta características novedosas y cuando el destino hacia el que se apunta es muy diferente a todos los anteriores. La dinámica actual demanda mentes abiertas y activas en todos los sentidos, para poder redefinir de modo certero los cambios por realizar.
Y es que, precisamente, esta es una era de cambio, como se acostumbra etiquetar el presente en funciones. Pero estemos claros: el que sea una era de cambio no implica romper de plano con el pasado para asumir sin condiciones lo por venir. La Historia es una cadena de integraciones debidamente actualizadas, y eso ha sido y seguirá siendo así, en orden natural y normal; y en tanto más pronto asimilemos tal realidad, con mayor efectividad podremos desempeñarnos como gestores y administradores de buen futuro. El cambio, pues, nos impulsa sin cesar, aunque los tiempos nos quieran hacer verlo como un factor advenedizo; y es en ese cambio real en el que se cifra la identidad del avance por el que vayamos optando.
Abrámonos, pues, a la diversidad de enfoques, siempre conscientes de que cada vida humana tiene su propia energía básica, que es la que configura los desempeños subsiguientes. Toda persona, entonces, debe asumirse a sí misma como autora de su respectiva identidad en movimiento, asimilando al mismo tiempo lo que le viene de sus entornos y lo que carga desde su interioridad. Sin que todo esto se conjugue de modo creativo y autovitalizador no es realizable el destino individualizado, que es la tarea fundamental a la que estamos abocados desde que la conciencia se vuelve la linterna mágica de cada quien.
Por todo lo que ha acontecido y en buena medida continúa aconteciendo en los diversos planos del fenómeno real, los salvadoreños de este momento estamos llamados a convertirnos en una cadena circular de propósitos y de esfuerzos en función de esa nueva normalidad que mencionamos y subrayamos cuantas veces se hace oportuno. Y tal dinámica hay que tenerla disponible en cada coyuntura que lo haga necesario, para que en esa forma se puedan ir articulando las etapas sucesivas de nuestro devenir individual y social.
El tener cada vez más frecuentemente reflexiones como las anteriores nos ubica más y más en el punto de mira del devenir actual. Y esto demanda tener siempre a la mano la mesa limpia, como señalamos en el título de esta Columna. Hay que acostumbrarse a darle vigencia a tal actitud, a fin de que los componentes de nuestra cotidianidad operen como debe ser, para que el progreso vaya ganando impulso. Esta es la meta fundamental que hay que mantener en alto.
En este punto, como prácticamente en todos aquellos que van configurando la conducta personal y colectiva, se visibiliza cada vez más el imperativo de erradicar los restos inútiles y contaminantes que va dejando la vida vivida. Al no hacerlo con puntualidad y disciplina los desórdenes afloran y los efectos de los mismos hacen que el devenir se convierta en un desfile de insectos venenosos.
Los salvadoreños tenemos que decidirnos de manera sistemática a asumir el firme compromiso de estar a tono con nuestra época, y desde ahí ir construyendo una nueva cotidianidad que le dé sustento a la nueva normalidad. Si no lo hacemos, iremos cayendo a cada paso, hasta perder la certeza del rumbo.
Todo esto tiene que ser, sin alternativas, un ejercicio de limpieza vital y vitalizadora en el que hay que invertir, anímica y conductualmente, cuanto sea necesario a fin de garantizar la suficiencia y la eficiencia debidas.
Es cuestión, pues, de educación esencial, cuya puesta en práctica define en gran medida la suerte de todos los procesos en los que estamos inmersos.
Y al ser así las cosas, lo pertinente es apresurarse de manera calculada y coherente.

Fuentes

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