Rocío tiene un año y dos meses. Es una niña alegre, de cabellos dorados, que hasta hace unos días no había tenido mayores problemas de salud. Todo comenzó con moquitos transparentes y una tos leve. Sus papás, atentos, pensaron que era un simple resfriado, pero al tercer día Rocío comenzó a respirar con dificultad. La llevaron a consulta, donde le diagnosticaron una bronquiolitis por virus sincicial respiratorio (VRS) y recomendaron iniciar el tratamiento. Sin embargo, en cuestión de horas, la pequeña empeoró: respiraba muy rápido, se le marcaban las costillas y su pecho se hundía con cada intento de tomar aire. No quería comer y, cada vez que tomaba líquidos, vomitaba debido a los accesos de tos. Fue llevada a urgencias, siguiendo las recomendaciones de su pediatra de cabecera, y terminó en cuidados intensivos con una neumonía causada por este virus.
El caso de Rocío no es aislado. Cada año, miles de bebés en Panamá enfrentan cuadros similares. El VRS es la principal causa de bronquiolitis y neumonía en niños menores de un año, y una de las principales razones de hospitalización infantil en todo el mundo. Se trata de un virus altamente contagioso que afecta las vías respiratorias, inflama los bronquiolos (los conductos más pequeños dentro de los pulmones) y dificulta la entrada de oxígeno. En adultos jóvenes o niños mayores suele causar síntomas leves, pero en los más pequeños —especialmente en los primeros seis meses de vida— puede tener consecuencias graves.
En Panamá, el VRS circula durante todo el año, pero los casos aumentan significativamente entre los meses de mayo y septiembre. Es durante este período cuando los servicios de urgencias pediátricas se llenan de pequeños con cuadros respiratorios similares al de Rocío. A pesar de que los padres consultan oportunamente y se inician tratamientos de soporte (como hidratación, control de fiebre y vigilancia respiratoria), no existe un medicamento antiviral específico para el VRS. Esto significa que, en muchos casos, solo podemos acompañar la evolución del virus, con la esperanza de que no se complique.
Pero hay buenas noticias. Hoy contamos con una herramienta para prevenir las formas graves de esta enfermedad: una vacuna que se administra durante el embarazo, idealmente entre la semana 32 y la 36 de gestación. Esta vacuna permite que la madre transmita anticuerpos al bebé a través de la placenta, brindándole protección durante sus primeros meses de vida, justo cuando es más vulnerable. Es una estrategia similar a la que se usa para proteger contra otras infecciones como la tosferina y la influenza.
Esta vacuna, disponible en Panamá, representa un avance importante en la protección de los más pequeños. Es fundamental que los gineco-obstetras la ofrezcan como parte del control prenatal, y que las futuras madres reciban información clara y basada en evidencia sobre su utilidad y seguridad. Prevenir hospitalizaciones, complicaciones e incluso muertes por una causa prevenible es, sin duda, un paso hacia adelante en salud pública.
Rocío ya está en casa, recuperándose. Su historia, sin embargo, nos deja una enseñanza: no todos los moquitos ni la tos son inofensivos. Informarse, actuar a tiempo y aprovechar las herramientas que hoy tenemos para proteger a los más pequeños puede marcar la diferencia.
La autora es pediatra.