La ola de renegociación global de tratados comerciales, incluyendo la del NAFTA por el presidente Trump hace una década, demuestra que hasta las economías más poderosas deben defender sus sectores vulnerables. Trump logró que México aceptara estándares laborales más altos y reglas de origen más estrictas para proteger empleos estadounidenses.
Si las potencias defienden sus intereses, ¿qué debe hacer El Salvador, cuyo tejido empresarial está compuesto en un 99% por micro y pequeñas empresas? La respuesta es clara: proteger estratégicamente el empleo nacional en cualquier tratado comercial.
El valor irremplazable de las Mypes salvadoreñas
Las Mypes no son simples estadísticas. Representan el motor de nuestra economía, generando cerca del 70% del empleo y sosteniendo a cientos de miles de familias. Su importancia trasciende lo económico para convertirse en un pilar de nuestra cohesión social.
Estas empresas, a menudo familiares, no solo producen bienes y servicios; tejen redes comunitarias, funcionan como escuelas prácticas para emprendedores y preservan oficios tradicionales que forman parte de nuestra identidad cultural. Su fragilidad ante la competencia internacional exige un enfoque prudente. Protegerlas no es proteccionismo obsoleto, sino negociación inteligente.
La advertencia costarricense
Costa Rica nos ofrece una lección crucial. Tras firmar su TLC con China en 2011, enfrenta un déficit comercial creciente. Las primeras víctimas fueron sus Mypes, desplazadas por importaciones a precios imposibles de igualar.
Algunos analistas sostienen que su error fue firmar sin desgravación gradual, sin salvaguardas efectivas y sin fortalecer previamente a sus pequeñas empresas. Como resultado, muchas cerraron permanentemente, llevándose consigo empleos y tradiciones empresariales.
La historia económica nos enseña que, a veces, para integrarse exitosamente al comercio global, es necesario protegerse temporalmente de él. Todos los países desarrollados utilizaron en su momento políticas proteccionistas selectivas como trampolín hacia la competitividad, incluida China.
El comercio con China puede abrir puertas extraordinarias. La pregunta no es si debemos entrar, sino cómo hacerlo maximizando beneficios y minimizando riesgos. Necesitamos:
Políticas específicas que reconozcan la importancia social de las Mypes.
Programas de certificación y digitalización adaptados a su escala.
Plataformas efectivas de encadenamiento productivo.
Según el Observatorio Mype, Chile negoció cooperación técnica y condiciones preferenciales para pequeños productores. Ecuador enfocó su tratado en rubros donde sus Mypes ya eran competitivas.
Líneas rojas y oportunidades
Reconociendo que se desconoce el avance de las negociaciones, ciertas demandas parecen obligadas:
Desgravación arancelaria gradual en sectores sensibles.
Mecanismos de salvaguarda rápida ante aumentos de importaciones.
Compras públicas que prioricen Mypes locales.
Transferencia tecnológica y fondos de reconversión productiva.
Irónicamente, mientras las potencias protegen sin pudor sus sectores estratégicos, a las economías pequeñas se les suele exigir apertura total.
La principal oportunidad es integrar nuestras Mypes a cadenas de exportación como un enjambre coordinado, mediante:
Iniciativas que actúen como «agregadores de oferta» que incorporen a las Mypes.
Financiamiento diseñado para cadenas específicas de exportación.
Plataformas digitales de exportación accesibles.
Conclusión: Un TLC bien negociado podría transformar positivamente nuestra economía, convirtiendo a miles de Mypes en proveedores de excelencia dentro de cadenas productivas dinámicas de exportación, con acceso a insumos más económicos y atrayendo inversión complementaria.
La historia del libre comercio parece ser clara: requiere de reglas asimétricas para generar beneficios simétricos. El Salvador debe aprender que los mejores acuerdos no son los que más liberalizan, sino los que mejor equilibran apertura con protección y apoyo inteligente a su tejido productivo.
Un paso fundamental es garantizar que los intereses de las Mypes estén representados en las misiones negociadoras. El desconocimiento generalizado sobre estas empresas podría ser nuestra mayor vulnerabilidad.
Como advirtió el célebre escritor Chesterton, «no hay nada más peligroso que estar ideológicamente a favor o en contra de algo tan práctico como el comercio». La sabiduría está en el equilibrio y en asegurar que las voces de las Mypes —esos millones de salvadoreños que dependen de ellas— sean escuchadas en cada mesa de negociación.