El mundo en llamas: desorden global – La Prensa Gráfica

El mundo en llamas: desorden global - La Prensa Gráfica

La historia de la humanidad está marcada por guerras y conflictos nacionales o internacionales. Ningún siglo ha escapado de esto, y el que vivimos (XXI) no es diferente: guerras en Ucrania, Gaza y ahora Irán (Medio Oriente), tensión permanente entre China y Taiwán, guerras civiles en países africanos y asiáticos, con América debatiéndose entre autoritarismos y democracia.
En medio de ese panorama desolador y preocupante, vemos que los organismos multilaterales —ONU y OEA, por ejemplo— tienen poca capacidad disuasiva, como queda demostrado con sus resoluciones de poco impacto, como se ha visto en los conflictos de Medio Oriente y la guerra ruso-ucraniana.
Incluso el ataque de Israel contra Irán se produce pocas horas después de que la Asamblea General de la ONU se pronunciara por un cese al fuego en Gaza. O sea, poco influye la comunidad internacional en las guerras vigentes o por estallar.
En Gaza, lo que en un inicio se pensó que sería una incursión represiva para recuperar a los rehenes tomados violentamente por Hamás se ha convertido en un extenso conflicto con impacto humanitario. Tampoco se respeta la ayuda enviada por organismos internacionales, como se ha denunciado en la propia ONU.
El polvorín que siempre ha sido el Medio Oriente produce interminables resoluciones, censuras y comunicados de distintos países y organismos que nadie escucha. La tensión, lejos de disminuir, va en aumento, con el peligro de llevar la escalada bélica a la intervención de terceros países o, en el peor de los casos, al uso de armas de extinción masiva, cuya amenaza es latente y está presente.
Las múltiples sanciones y advertencias de los países europeos, y antes también de Estados Unidos, no llegaron ni a quitarle el sueño a Vladimir Putin tras invadir Ucrania. Esa guerra lleva ya más de tres años, con miles de vidas perdidas y enorme destrucción en infraestructura.
Estos son los ejemplos de guerras, pero hay amenazas y tensión permanente en torno a Corea del Norte —potencia nuclear—, Taiwán y China, y las guerras internas en países africanos o asiáticos como Sudán, Yemen, Myanmar y Congo. En nuestra América, Haití vive estallidos políticos y sociales a un ritmo de nunca acabar. Se podría calificar esta situación como una “guerra difusa global”.
Naciones Unidas surgió tras la Segunda Guerra Mundial como una organización multilateral que tenía como principal objetivo impedir que se repitiera una conflagración de gran dimensión. Ciertamente, ninguna de estas guerras se parece a aquella, pero sí dejan al desnudo que no es fácil mantener al planeta sin guerras o conflictos de gran intensidad y alcance, con un daño humanitario gigantesco.
Pero en medio de este desorden global no solamente las guerras reflejan la conflictividad mundial. Tenemos también confrontaciones políticas y sociales, que vemos principalmente en nuestro continente, producto, casi siempre, del brote de autoritarismos que tratan de imponerse, muchas veces violentando el andamiaje jurídico doméstico e internacional, principalmente en materia de derechos humanos.
En Estados Unidos, un país que ha tratado de ser ejemplo de liberalismo, democracia y respeto a las instituciones y derechos de las personas, es evidente que la “era Trump” ha venido a cambiar esos paradigmas. Donald Trump se convierte en el primer presidente autoritario de ese país en este siglo, y los incendios no han tardado en brotar.
Hay quienes dicen que la llamada “guerra comercial” o “guerra de aranceles” podría llevar a una dolorosa confrontación económica de la que podría no haber siquiera un ganador, sino que los daños se verían en todas las direcciones posibles.
La persecución desmedida y brutal contra migrantes indocumentados —estigmatizados como delincuentes y asesinos, cuando la enorme mayoría de ellos son trabajadores honestos y emprendedores—, así como la falta de respeto a la autonomía de los estados, está a punto de crear un choque institucional sin precedente en Estados Unidos, como se ha visto con la crisis entre California y Washington o, para ser más precisos, entre el gobernador liberal Gavin Newsom y el presidente autoritario Donald Trump.
La OEA también queda constantemente al desnudo, cuando se hace evidente que tiene poco peso en la lucha por la democracia. Ya hay tres países abiertamente en contra de los principios de la Carta Democrática de la organización —Cuba, Nicaragua y Venezuela—, y muchos más corren riesgo de caer en situaciones críticas, como pueden ser El Salvador, Guatemala, Bolivia, Colombia o el propio Estados Unidos, para citar los casos más relevantes y peligrosos en la actualidad.
Hay también algunos peligros globales, como el calentamiento global y otros temas ambientales que merecen la atención de la humanidad, pero que, tristemente, se ven relegados por los brotes de fuego que hay en todos los continentes. Lo peor es ver a organismos como la ONU, la OEA y otros que terminan pareciendo simples bomberos con manguera… pero sin agua. Y así no se apagan los incendios…

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