No, no es del mentor de la selección nacional de lo que vamos hablar; la muletilla ya casi es obligatoria en el ámbito beisbolero del país, bien por la pauta que llega desde el exterior mediante redes sociales, o por la lógica expectativa por saber quién toma la papa caliente. No es que no sea importante, pero démosle la bienvenida, desde hoy, al VIII Campeonato Nacional Sub-23, asunto también de gran relevancia.
La acogida, después de una prolongada ausencia, que data de 2022, nos llega con algunas deudas. Dieciocho partidos son muy pocos para el objetivo de una categoría que, según el jefe técnico de la Comisión Nacional, Humberto Guevara, «es vital para el desarrollo y la experimentación de nuestra reserva deportiva».
Si es un torneo que se jugará íntegramente por regiones, en dos zonas, podría haberse pensado en al menos nueve partidos ante cada rival. Porque lo que sigue sin entenderse, y es una contradicción con lo expuesto por Guevara, es que se juegue más en una Serie Nacional, que se queda sin calidad competitiva, justamente por la carencia de juego en la categoría que debe nutrirla a futuro.
En materia económica es como botar el dinero, pues se invierte en algo que se sabe no dará fruto. También se juega muy poco en las categorías inferiores, Sub-18 y Sub-15.
En definitiva, regresa la Sub-23 después de no tenerla desde 2022, y eso es plausible. Correrá en cuatro grupos. Por la zona occidental, en el apartado a estarán La Habana, Artemisa, Pinar del Río e Isla de la Juventud. En el b: Matanzas, Mayabeque, Villa Clara y Cienfuegos. En la llave oriental, el c reúne a Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Las Tunas, y el d a Santiago de Cuba, Guantánamo, Granma y Holguín.
Cada escuadra se enfrenta a sus rivales seis veces; los primeros de cada cuarteto disputarán el cetro de la zona, y los ganadores serán los protagonistas de la gran final.
Se decidió que en cada partido los equipos tienen que contar en su alineación, obligatoriamente, con un pelotero en edad juvenil, y este, como mínimo hará una comparecencia al cajón de bateo. Es otra iniciativa plausible, pero si se juega con este mismo formato de la Sub-23, por qué no darle, al menos tres juegos más en su categoría, hasta llegar a nueve en la etapa clasificatoria. Una vez al bate es como el agua que no hace molino, o si lo prefiere es una curita que no cierra la herida. La pelota, como todos los deportes, y sobre todo los colectivos, se trata de participar, en pos de exponer el talento para que sea valorado.
Aunque creemos que hay que corregir el rumbo, el hecho de cubrir el calendario competitivo, es decir, con certámenes en todas las categorías, es para destacar en el deporte que más les gusta a los cubanos. Eso sí, mantenemos el criterio de que esa cobertura total necesita orden, porque creo que la Liga Élite, que en este 2005 fue el primer bate, es la que tiene que cerrar la temporada, para que hasta los de la Sub-18 o los de la Sub-23, le puedan aportar. ¿Acaso no recordamos al Niño Linares, con menos de 20 años en las series selectivas?
¿Y el director del equipo Cuba?
Creo que se le dio tanta rimbombancia en marzo pasado a la liberación de Armando Johnson, y aún más a que se anunciaría en breve su sustituto, que a la misma decisión de nombrar a un mentor. Además, evidentemente, no había nada en perspectiva, sino cómo explicar el silencio desde entonces. Tampoco pienso que sea algo tan trascendental, aunque los demás equipos que van al Clásico Mundial ya lo tengan, porque ahora mismo, como aquellos, sería un mánager sin equipo.
¿Quién debe ser?
Alguien que ame a la pelota, que no esté viciado con prácticas que no nos han aportado, y que lo asuma con conocimiento de que es el mayor reto de su vida.