El alto costo de no hacer nada – La Prensa Gráfica

El alto costo de no hacer nada - La Prensa Gráfica

No hacer nada es una decisión que trae consigo un alto precio que pagar. A veces creemos que “no hacer nada” no tiene consecuencias, como si quedarnos quietos fuera algo así como una pausa segura. Pero, en realidad, esa “pausa”, que ya después se hace eterna, es un camino que nos aleja, poco a poco, de las oportunidades. Porque, mientras uno se queda pensando en que todavía no es el momento, hay otros que, sin tenerlo todo resuelto, ya lo están haciendo.
He estado leyendo Hábitos atómicos, de James Clear (es bastante común, pero, si aún no lo lee, se lo recomiendo), y una de las ideas que me hicieron clic es que es más fácil formar un hábito cuando se comparte con personas que también están en ese camino o cuando la acción en sí te genera satisfacción. Por ejemplo, alguien que quiere empezar a escribir. Algunos preparan todo, compran el cuaderno y lapicero perfectos, se ponen recordatorios, pero nunca escriben. Hay otros a los que simplemente les gusta y escriben ¡hasta en servilletas! cuando se les viene una idea.
Si el hábito conecta con bienestar, si se incorpora al día a día, es mucho más probable que se sostenga. Pero, si lo ves como una carga, como algo que se hace solo porque se “debería”, se vuelve difícil arrancar y aún más difícil sostenerlo.
La inacción no siempre duele en el momento, pero con el tiempo se siente en la frustración de no avanzar, en las ideas que se enfrían, en los “hubiera” que nos repiten al oído. Todos tenemos al menos una conversación pendiente con nosotros mismos sobre eso que llevamos meses (o años) postergando. Un proyecto que no arranca, un texto que no escribimos, una idea que no compartimos… y no pasa nada hasta que pasa: el mercado cambia, la plaza se cierra, alguien más lo hace.
Avanzar dos centímetros siempre será más valioso que quedarse en cero. Porque, incluso los pasos pequeños generan movimiento, sacan del estancamiento, rompen la inercia. El movimiento —aunque sea mínimo— crea posibilidades. La inacción, en cambio, solo acumula polvo, dudas y frustración.
¿Y cuánto cuesta la inacción en el tema de la comunicación? ¿Qué pasa cuando se es profesional, con talento y logros, pero se elige el anonimato? Ese “no quiero exponerme” o “no soy de redes”, que se respeta, pero también paga un precio.
Según datos de CareerBuilder, el 70 % de los empleadores revisan redes antes de contratar, y LinkedIn reporta que los perfiles activos y con contenido tienen hasta 27 veces más oportunidades de ser contactados. Esto se debe a la visibilidad. A que, hoy por hoy, si no se cuenta quién es o qué hace, es muy probable que no exista en la mente de quienes toman decisiones. Lo que no se comunica, no existe.
No se trata de volverse influencer, ni de subir videos virales. Se trata de no borrarse. De dejar, al menos, una huella mínima de lo que sabemos hacer y cómo podemos aportar con nuestras experiencias y diferenciadores. Porque, cuando no hacemos nada, no solo perdemos la oportunidad de crecer, también se la robamos al mundo. Nuestras ideas no se escuchan, las experiencias no inspiran, nuestra voz no suma.
Así que, si tiene una idea, un proyecto, una historia profesional que aún no cuenta, este es el recordatorio que necesitaba: hacerlo imperfecto hoy es mejor que no hacerlo nunca.

Fuentes

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