La villa de San Salvador, como sabemos, inicialmente estaba situada en el valle de La Bermuda; sin embargo, su establecimiento no era el adecuado, pues existían grandes limitantes para una expansión, una vez el espacio pipil de Cuscatlán quedara pacificado.
El lugar del asentamiento ya no ofrecía los ambientes ni las particularidades para responder al desarrollo y a los nuevos tiempos de provincias castellanas de ultramar, por lo cual se exploró un nuevo espacio cerca de la población de Cuzcatlán-Nequepio, en el valle que el franciscano fray Francisco Vázquez llamó Zalcuatitán.
Para entonces, ya se había solicitado autorización a la Real Audiencia de los Confines para cambiar el sitio; la villa logró el consentimiento formal en 1545. Unos habitantes ya se habían establecido en el nuevo lugar, lo que fue de conocimiento del emperador en una carta de julio de 1545 por parte de la Audiencia. Seguramente, lo que completó el cambio fue la inspección que en 1544 había hecho a la villa el oidor Diego de Herrera, en ruta hacia León, en donde se dio cuenta de que ya no podía conservarse en tan estrecho lugar una capital de provincia que más parecía todavía un burgo de la conquista, sin espacio ni horizonte de progreso.
A raíz de esto, los habitantes de la villa exhortaron al rey Carlos V a que concediera su traslado, quien aprobó que se mudara a otro término de Cuscatlán. En la carta que enviaron los integrantes de la Real Audiencia de los Confines al rey Carlos V en 1545, manifestaron:
“esta villa de san saluador estaua poblada en mal sitio; por los vezinos della se pidió se les diese liçençia para mudalla, y vista vna ynformaçión que se deio por parte de la vtilidad que se siguía y daño que rresultaua del mal asiento se les dio liçençia para mudalla.” (1)
Una vez fija la villa de San Salvador en el valle de Zalcuatitán, los procuradores Hernán Méndez de Sotomayor y Alonso de Oliveros ejecutaron el encargo ante la corte del emperador Carlos V para que se le concediera a la villa la categoría de ciudad.
La Real Provisión del 27 de septiembre de 1546, con la que se concedió a la villa de San Salvador el título de ciudad, decía:
“Don Carlos […] por cuanto somos informados que en la provincia de Cuscatlán, hay un pueblo que llaman villa de San Salvador, el cual dicen que está en sitio y tierra muy fértil y abundosa y donde acuden muchas gentes españoles e indios comarcanos y acatando esto tenemos voluntad de que dicho pueblo se ennoblezca y otros pobladores se animen a ir a vivir a él, y porque así nos lo suplicaron por su parte Alonso de Oliveros y Hernán Méndez de Sotomayor, es nuestra merced y mandamos que ahora y de aquí en adelante se llame e intitule ciudad y que goce de las preeminencias y prerrogativas e inmunidades que puede gozar por ser ciudad […] Guadalajara veinte y siete de septiembre de 1546, yo El Príncipe” (2) (quien llegaría a ser Felipe II de España).
Es de resaltar que la mudanza de la villa de San Salvador al valle de Zalcuatitán en 1545 indica el inicio de la edificación de la villa en un nuevo espacio; sin embargo, el traslado de algunos de los pobladores fue paulatino. Esto quiere decir que la villa de San Salvador de La Bermuda no fue deshabitada de inmediato. Así lo demuestra la arqueología, pues continuó siendo ocupada por algunos de los vecinos y sus descendientes, por lo menos hasta 1560.
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(1) Barón Castro, Rodolfo (1996). Reseña histórica de la villa de San Salvador desde su fundación en 1525 hasta que recibe el título de Ciudad en 1546. Segunda Edición, dirección de Publicaciones e Impresos, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, Ministerio de Educación, San Salvador, El Salvador, p. 200.
(2) Ibid., pp. 253-254.
