En muchas pequeñas y medianas empresas (pymes), cobrar lo justo se ha vuelto una lucha silenciosa. No tanto con el cliente, sino contigo mismo. Basta con que aparezca una pausa o una ceja levantada del otro lado, y surge el reflejo automático: “Te lo puedo dejar un poco más barato…”. Y así, sin que nadie lo haya pedido, ya estás entregando parte del valor de tu trabajo.
