Hollywood es un brazo ideológico de la Casa Blanca, desde la década de los años 30 del siglo XX. Si una formación económico-social como el imperialismo precisa de las guerras, con fines geoestratégicos, pero también financieros, entonces el Pentágono deberá ayudar a los cineastas cuando filmen las contiendas.
Más que en lo logístico y el armamento, que también, ese apoyo se expresa, principalmente, en asesoramiento militar de guiones, a partir de claves o señalamientos narrativos dirigidos a reafirmar, siempre, el poderío inigualable de las Fuerzas Armadas de EE. UU.
La lista de películas con tal elocuencia resulta bien extensa, pero tampoco se quedan atrás las series. En salas cinematográficas capitalinas es exhibida, ahora mismo, una de estas: Operaciones especiales: Lioness (Paramount/mtv, 2023–2024).
Que su personaje central sea una mujer no debe llamarnos a engaño. La serie es tan «macha» como todas las de su showrunner.
Él es Taylor Sheridan, hoy día celebérrimo creador serial, guionista, director, productor e intérprete, cuya obra televisiva –inscrita dentro de una línea política de derecha– se caracteriza por su impronta patriarcal y la superpoblación de sujetos rudos.
Tales sujetos se instituyen en suerte de alter ego de este hombre: en la vida real un vaquero, más republicano que Reagan, quien vive en un rancho ganadero de Texas, es experto en rodeo, defiende las armas y reza cada mañana porque Dios bendiga a «América».
El currículo de Sheridan incluye la semibiográfica y conservadora –pero muy bien construida– Yellowstone, la cual supone el punto creativo máximo de su labor (con sus irregulares productos derivados: la también sólida 1883 y la bamboleante 1923); así como El jefe de Kingstown; El rey de Tulsa; Bass Reeves y Landman.
La zona de confort del también guionista de los filmes Sicario y Comanchería se focaliza dentro del western en clave familiar. Operaciones especiales: Lioness constituye su primera serie de tema bélico, y esperemos que sea la última.
Inspirada en un programa militar real, resulta imperialista hasta los tuétanos, patriotera, plúmbea e inorgánica.
Los propios críticos estadounidenses son quienes más la han censurado. Según Variety, es «una propaganda militar descarada». A juicio de The Hollywood Reporter, se trata de «un gran anuncio militar, introducido dentro de un drama mediocre».
Zoe Saldaña interpreta (bien, pese a tratarse de cuanto se trata) al personaje central, la jefa de una unidad de marines de élite. En el episodio dos, de la segunda temporada, le dice lo siguiente a su hija:
«Nunca conociste a mi abuelo. Se trasladó, en su adolescencia, a ee. uu., desde la República Dominicana. Cumplió 17 años el 7 de diciembre de 1941. ¿Sabes qué día es ese? El de Pearl Harbor. Se alistó en el Ejército, tres días después. Mi padre le preguntó por qué arriesgó su vida por una nación que apenas conocía. Y mi abuelo le respondió: Acababa de aprender a hablar inglés. No iba a aprender a hablar alemán o japonés. ¿Por qué lo hago yo, Kate, hija mía? Para que tú no tengas que aprender chino o ruso. Por eso».
El xenófobo parlamento –Sheridan en estado puro– define la serie.