La matriz del comportamiento irracional:Cuando lo absurdo se multiplica – La Prensa Gráfica

La matriz del comportamiento irracional:Cuando lo absurdo se multiplica - La Prensa Gráfica

Pocas ideas han generado tanto debate con tan pocas palabras como la “matriz del comportamiento irracional”, concebida por el historiador económico Carlo M. Cipolla en su ensayo Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Su planteamiento más desconcertante: este tipo de conducta no está ligada al nivel educativo, estatus económico ni posición social. Lo más incómodo de su hallazgo es que puede aparecer en cualquier grupo, con efectos que van del contratiempo menor a la catástrofe organizacional.

Cipolla no se limitó a lanzar un concepto provocador. Propuso un modelo visual de cuatro cuadrantes que clasifica las acciones humanas en función de su impacto: tanto en quien las ejecuta como en quienes le rodean. Lo que parece, a primera vista, una caricatura, cobra una vigencia inquietante en situaciones laborales, familiares o políticas.

El modelo se basa en dos ejes simples:
El eje horizontal representa el beneficio o perjuicio que una acción tiene sobre quien la ejecuta.
El eje vertical representa el efecto de esa acción en los demás.

Con base en estos ejes, surgen cuatro categorías de comportamiento:
Conducta inteligente: genera beneficio propio y también para otros.
Conducta ingenua o indefensa: beneficia a otros, pero genera pérdida personal.
Conducta oportunista o dañina: se obtiene ganancia personal a costa de perjudicar a otros.
Conducta irracional perjudicial: genera daño a todos, incluida la persona que la realiza.

Este último grupo es el más preocupante, pues actúa sin lógica aparente y de forma imprevisible, lo que vuelve ineficaces los controles tradicionales.

Algunos ejemplos cotidianos que ilustran la matriz:
La oficina: un compañero que insiste en enviar correos innecesarios a toda la empresa cada vez que comete un error, buscando deslindarse de responsabilidad, pero provocando desinformación y frustración colectiva. El resultado: se pierde tiempo, se genera desconfianza y él mismo queda en evidencia.
El entorno familiar: alguien que revela un secreto delicado “sin querer” durante una reunión, afectando a varios miembros de la familia, mientras también se gana la enemistad de quienes confiaban en su discreción.
Amistades o círculos sociales: una persona que decide crear un conflicto por una situación trivial, perjudicando la armonía del grupo y aislándose al final, sin obtener ningún beneficio ni solución.

Frente a estos escenarios, algunas acciones pueden ayudar a contener el daño:
Distinguir patrones: cuando ciertas personas causan daño de forma repetida y sin justificación, probablemente no se trata de mala suerte ni malentendidos.
No sobreexplicar ni justificar conductas irracionales: el error común es atribuir lógica donde no la hay. Este intento por racionalizar lo absurdo lleva a más frustración que comprensión.
Proteger entornos clave: establecer límites claros y fomentar la responsabilidad compartida.
Evitar reacciones impulsivas: responder al comportamiento irracional con ira, sarcasmo o burla suele escalar el conflicto sin resolverlo. La contención estratégica y el silencio oportuno son a veces más eficaces.

Este modelo no busca etiquetar o juzgar, sino ofrecer una perspectiva. Resulta incómodo reconocerlo, pero nadie queda fuera de esta matriz todo el tiempo. Todos han actuado, alguna vez, de forma incauta. Algunos han sido bandidos por conveniencia. Y, aunque cueste admitirlo, incluso quienes se consideran “racionales” han caído en comportamientos irracionales, generalmente bajo presión, emoción desbordada o falta de conciencia. Lo relevante es aprender a identificar cuándo una acción comienza a afectar a más personas sin beneficio real.

Organizaciones enteras pueden operar bajo lo que se conoce como “irracionalidad estructural”, cuando se toman decisiones sin análisis, se premian prácticas ineficientes o se ignora a quienes plantean advertencias sensatas. El investigador Nassim Taleb lo describe así: “La fragilidad de los sistemas complejos suele originarse en la acumulación de pequeñas decisiones absurdas que nadie se atrevió a cuestionar”.

El fenómeno también se observa en políticas públicas mal diseñadas, donde los efectos negativos recaen no solo sobre la ciudadanía, sino también sobre quienes las impulsaron.

La matriz del comportamiento irracional no se concibió como burla, sino como espejo. No todos se quieren mirar en él, pero quienes lo hacen tienen más posibilidades de prevenir consecuencias innecesarias. No se trata de clasificar personas, sino de analizar efectos. Y, sobre todo, de crear entornos donde lo absurdo no se multiplique.

Fuentes

Compartir en :