Cuando Carlos Baliño falleció, el 18 de junio de 1926, el «viejo roble» alcanzó la dimensión de árbol legendario, pues sus raíces brindaron firme sustento a cubanos pertenecientes a diversas generaciones, pero con el anhelo común de cambiar el destino de su patria.
Acompañó a José Martí en la fundación del Partido Revolucionario Cubano, con el fin de terminar el dominio secular de la metrópoli española en la Isla. Tras la victoria escamoteada por la intervención estadounidense, y durante la mala simulación de la República martiana, lejos de lamentar lo perdido, Baliño sembró una semilla de futuro con el primer Partido Comunista, instituido en colaboración con Julio Antonio Mella.
Defendió el sueño de una sociedad humana en esencia, y sostuvo la unidad como la clave para el logro de la soberanía y la independencia. A pesar de las discrepancias con el Apóstol en torno a la pertinencia del socialismo en la Mayor de las Antillas, compartió con él y los grandes patriotas su entrega total a la libertad y la oposición a las aspiraciones anexionistas e imperialistas.
El precursor de los postulados marxistas en nuestro país empleó la palabra impresa para elevar sus propósitos, en órganos como El Fénix, La Crítica y El Alacrán, antes de su salida forzosa hacia Estados Unidos, en 1869. Instalado en la Florida, difundió sus ideas en varias publicaciones, así como tras su regreso dirigió Espartaco y Lucha de Clases, mientras aportó al Boletín del Torcedor, a cargo de Mella.
Asimismo, sobresalió su actividad sindical en el exilio. En Cayo Hueso, fungió como vocal de los escogedores y participó en el movimiento obrero; y en Tampa cofundó, con Ramón Rivero, el primer gremio proletario, Caballeros del Trabajo.
De vuelta a La Habana, asumió la difícil tarea de organizar las fuerzas incipientes, que concretó a partir de 1903, con la creación del Club de Propaganda Socialista de La Habana y, posteriormente, del Partido Obrero Socialista.
En marzo de 1923 instauró la Agrupación Comunista de La Habana, y en julio de 1925, también con Mella, intervino en el nacimiento de la Sección Cubana de la Liga Antimperialista, antes de materializar la primera organización marxista-leninista de la Isla y merecer la elección como miembro de su Comité Central.
Carlos Baliño no estaba destinado a disfrutar el alba del porvenir de la nación, ¡pero cuán inmensa e imprescindible resultó su contribución a ese nuevo amanecer!