La Generación Alfa, integrada por los nacidos a partir de 2010, está creciendo en un entorno completamente digitalizado, muy distinto al que conocieron sus padres y abuelos. Son los primeros auténticos nativos digitales, para quienes la tecnología no es solo una herramienta, sino un elemento entramado en su vida cotidiana, para algunos casi tanto como la lengua materna.
Estos niños y niñas han llegado al mundo en plena era de smartphones, tabletas y asistentes virtuales. Aprenden a deslizar pantallas aun antes de caminar. Si bien esto les otorga habilidades digitales avanzadas desde temprana edad, también plantea interrogantes significativas: ¿Cómo influirá esta constante exposición tecnológica en su desarrollo emocional y cognitivo? ¿En ese entorno dominado por la inmediatez, la virtualidad y las redes sociales, podrán formar vínculos auténticos con el mundo real y con los seres de carne y hueso? Para complicar aún más el panorama, la inteligencia artificial avanza y se introduce cada vez más rápido en nuestra cotidianeidad con efectos múltiples y aún imprevisibles.
Uno de los mayores peligros para la Generación Alfa es la sobreestimulación audiovisual a la que están expuestos incluso desde antes de saber usar el lenguaje. El flujo incesante de información, imágenes y sonidos puede afectar su capacidad de concentración y su desarrollo del pensamiento profundo.
Además, la adicción digital ya es una realidad palpable: muchos pasan horas frente a pantallas en detrimento de actividades esenciales para su desarrollo y bienestar integrales como jugar al aire libre, leer, realizar actividades creativas o interactuar cara a cara. Esto, según expone Jonathan Haidt en su famoso libro La generación ansiosa, está generando una crisis de salud mental en niños y adolescentes. Y no solo por la sobreexposición a la tecnología y la reducción de interacciones interpersonales en ambientes no estructurados; Haidt también critica lo que considera una tendencia de los padres y de la sociedad de hoy a sobreproteger a los niños, lo que ha reducido su capacidad para gestionar imprevistos, tomar decisiones de forma autónoma y desarrollar adaptabilidad y resiliencia.
En este contexto, el sistema educativo, concebido para generaciones y contextos pasados, ya viene enfrentando un rezago frente a las necesidades de la generación Z y ahora tiene el imperativo de adaptarse a las de los Alfa. ¿Cómo fomentar el manejo de emociones, el pensamiento crítico, la creatividad y la resolución de problemas cuando la información está siempre a un clic de distancia? ¿Cómo prepararlos para trabajos que aún no existen? ¿Les estamos dando las destrezas necesarias para desarrollar plenamente su ciudadanía digital?
Por otra parte, si estamos en la crisis educativa más grave de nuestra historia, al punto de que miles de estudiantes ni siquiera tienen bases mínimas en lectoescritura, ¿cómo podemos hablar de prepararlos para el porvenir? Hay chicos de tercer grado de primaria que no pueden comprender o escribir una oración de 10 palabras, pero usan el celular de sus padres para jugar, para enviar audios y hasta para hacer compras –principalmente relacionadas con los juegos que usan–.
La educación debe reinventarse, enfocándose primero en lo básico y esencial (lectoescritura y aritmética, para empezar) mientras, de forma paralela, introduce innovación con una visión integral de futuro. Aunque nuestro sistema educativo público esté prácticamente estancado, el tiempo y los avances tecnológicos no se detienen; si no hacemos un esfuerzo extraordinario por adaptarnos y “aggiornarnos”, la exclusión de la mayoría de nuestra infancia y juventud será masiva. Y ello traerá, eventualmente, la exclusión de nuestro país de los grandes cambios de la humanidad.
Otro gran desafío que enfrentará la Generación Alfa es la herencia de un planeta herido por la crisis climática, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. Estos problemas ya afectan su presente y definirán su destino. La conciencia ecológica y la capacidad de innovar en sostenibilidad serán esenciales para afrontar este reto. La bioalfabetización es fundamental para los Alfa, especialmente en Costa Rica, donde hemos apostado fuertemente a la protección ambiental y tenemos una altísima biodiversidad en proporción con nuestro tamaño y peso en el mundo. La bioalfabetización debe incorporarse de forma obligatoria y urgente a la malla curricular de nuestro sistema educativo.
Ahora bien, ciertamente no todos los Alfa tienen las mismas oportunidades. Mientras algunos disfrutan de tecnología de punta y acceso ilimitado a Internet, la mayoría tiene grandes carencias y muchos incluso sobreviven sin lo más básico. Esta brecha digital es solo reflejo de la cada vez más marcada brecha social que amenaza con profundizar las desigualdades y limitar el potencial de los más vulnerables.
La Generación Alfa encarna tanto una promesa como un desafío. Su potencial es inmenso, pero los riesgos que enfrenta son inéditos. Es indispensable promover políticas públicas y culturales que los protejan de los efectos negativos de la hiperdigitalización.
Las familias, los educadores, el Estado, las organizaciones sociales de todo tipo y las empresas tienen la responsabilidad de crear un entorno que les brinde oportunidades reales y equitativas donde se equilibren lo mejor posible tecnología y humanidad, innovación y ética, progreso y sostenibilidad.
El destino de los Alfa depende de las decisiones que tomemos hoy. ¿Seremos capaces de construir un mundo en el que puedan florecer, o los dejaremos solos ante los desafíos que les hemos legado? La pregunta no es retórica y nos convoca a todos, pues determinará no solo su futuro, sino el de toda la humanidad.
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Abril Gordienko López es máster en Administración Pública y activista cívica.